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DERECHOS A PULSO

LA LUCHA DEL 93

Mediante un descontento social en Ciudad Bolívar, sus habitantes alzaron la voz en 1993 para exigir sus derechos. A través de gritos, arengas y movilizaciones las personas expresaron su inconformidad durante dos dias seguidos y así conseguir respuesta por parte del Gobierno Nacional

EN LA TOMA DEL 2015

Luego de lo ocurrido el día anterior en el Palo del Ahorcado, los habitantes de Poto estaban emberracados por lo que vieron en el árbol. El ambiente de las calles estaba candente y entre los susurros de quienes iban y venían se hablaba de una posible protesta. Los pensamientos, como la mirada, iban únicamente hacia ese palo que se asoma en la cima del cerro, de ese quien estaba siendo asesinado cobardemente. Efraín a penas llegaba de Venezuela y no sabía lo que estaba ocurriendo, lo único que veía era un gran movimiento en las calles, todos los vecinos del barrio estaban afuera de sus casas conversando unos con otros. Les preguntaba a sus amigos qué ocurría y lo que le respondían era que llegara a la glorieta a las dos de la tarde.

  • Ñero, a las dos nos vemos en la glorieta. Píllese ahí.

Al cabo de una hora sucedió lo que detonaría toda una horda de ira de quienes habían presenciado el hecho. Doña Yineth Herrera estaba muerta. Tirada en medio de la glorieta, las personas solo gritaban y lloraban. Había dos buses destruidos, la fachada de una casa en ruinas y varios postes en el suelo. Le habían sacado la piedra a la montaña.

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Las rutinas en el campamento comenzaban a las siete de la mañana. Se preparaba la olla y si los vecinos habían enviado mercado, se preparaba un desayuno para todos. Cuando no había, se compraba una bolsa de pan en la esquina, una libra de café y listo. El frío de las mañanas de Bogotá, y más que todo en el sur, es un quiebra huesos. El vapor del aliento parecía que se congelaba al salir de la boca encontrándose con las heladas mañaneras. Si se estaba de suerte, las carpas por dentro no tenían goteras, pero como abril es un mes de lluvias, no se podía confiar mucho en el azar. Las nueve carpas del cambuche paralizaban toda la avenida principal para entrar a Poto, conectarse arriba con la glorieta y entrar a las canteras mineras. Todo el barrio ya estaba enterado del plantón indefinido que ya tenía una semana. Los camiones estaban trancados a la salida y a la entrada del cerro. Eran momentos de tensión por el bloqueo. A lo lejos se veía cómo, quienes estaban en la cima de la loma, hacían llamadas, caminaban de un lado a otro, se sentaban, se iban, etc. De este lado, había una gran ilusión por detener las extracciones mineras de Cerro Seco y hacerLe justicia a la vida de Yineth. A esta causa se le habían unido varias luchas ambientales, sociales, políticas y culturales en una gran mesa ambiental llamada “No le saque la piedra a la montaña”.

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Al medio día se lograba reunir alimentos para una nueva olla. Afortunadamente en esas horas el cambuche estaba solitario. Unas diez o doce personas. Los demás se habían ido a trabajar, a estudiar o a hacer sus rutinas fuera del plantón. Sin embargo, la energía de unión que se trasmitía hacía la comunidad era algo que no se había logrado ver desde 1993. Los ánimos de lucha y de defensa por lo propio, creía día a día. Cuando se organizó el bloqueo, inicialmente se paralizó la vía con unos bloques de madera o barriles de plástico, pero mientras pasaban los días, hubo vecinos que sacaron sofás y sillas para esa primera línea de bloqueo de la vía. De lo único que se hablaba en Poto y en los barrios aledaños, era sobre El Palo del Ahorcado. Un objetivo que no se había planeado pero que llegó a ser una de las victorias más importantes de esos días. Poco a poco la gente se fue sumando y ayudaban con lo que podían. Esos jóvenes de los cuales muchas veces se avergonzaron y juzgaron por el consumo de drogas o por la falta de querer estudiar, era quienes más se habían comprometido a la causa y estaban dando la batalla de frente. Otros, por su parte, comenzaron a chapolear a lo largo y ancho del sector. Invitando gente a las asambleas e incentivando a la defensa del territorio. Todos giraban en torno al palo. Todos pronunciaban su nombre. Todos lo comenzaban a sentir propio como un árbol de resistencia y símbolo de una lucha colectiva.

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Llegaba las cinco, seis de la tarde y la afluencia de gente crecía. Se veían grupos de música andina, bailes de folclor, cuenteros, niños, jóvenes, ancianos e incluso personas de otras localidades. Era todo un movimiento cultural el que participaba del plantón. Eran noches de alegría y esperanza. Era volver en el tiempo a cómo los primeros habitantes compartían unos con otros en una gran comunidad. Cuando no llovía, se hacían fogatas en la mitad de la calle para dar calor y luego iniciar la asamblea.

 

Eran las diez y treinta de la mañana, doña Yineth pasaba por los alrededores de la glorieta con sus tres hijas; una de once, otra de nueve y una que llevaba en sus brazos. A lo lejos se comenzó a escuchar los estruendos de uno de los camiones que bajaba de las canteras a gran velocidad. Se había quedado sin frenos. Fueron cuestión de segundos en los que doña Yineth no supo qué hacer. Sus dos hijas al ver cómo el camión se les venía encima, lograron correr unos metros. Yineth lo único que pudo hacer fue lanzar a su hija para salvarla y recibir un camión de doce toneladas encima.

 

Cada noche se recordaba la memoria de Yineth en las asambleas. Se pedía un minuto de silencio por su alma y se recordaba la extensa lucha para no volver a permitir que sucediese una situación como esa. No se iba a dejar que la minería cobrara la vida de más personas, ni la del árbol. Un día antes del fallecimiento, en el viacrucis de Semana Santa, al llegar a la cima de la colina, donde yace el Palo del Ahorcado, habían encontrado un hueco de más de 5 metros de extensión en el que se veía cómo habían tratado de incinerar sus raíces. El domingo 7 de abril se había declarado el plantón que solo se levantaría si se detenía la explotación minera en Cerro Seco. La organización del cambuche fue por inercia, como si ya todos hubieran sabido qué hacer. Se comenzaron a entregar chapolas con los puntos clave que exigía la mesa ambiental y los habitantes de Potosí. Se cerró la vía principal y se levantaron carpas en las calles como medida del bloqueo. Los carteles, los pitos y las arengas fueron el principal canal para alzar la voz. Colegios como el ICES giró todos los temas de sus clases para discutir lo que estaba ocurriendo. Todos tenían un solo mensaje: No más minería en Cerro Seco.

 

Luego de un mes de negociaciones con la Alcaldía, la Secretaría de Ambiente, la Corporación Ambiental Regional, el Ministerio de Ambiente y de varias investigaciones que se les hicieron a las empresas mineras, se logró llegar a un acuerdo. La detención temporal de las extracciones mineras por parte de los 3 polígonos que operaban en el cerro. Ese fue el mensaje que se dio en la última asamblea del plantón, el 5 de mayo. La comunidad se abrazaba entre sí. La felicidad se extendía por las calles y entre los barrios de Ciudad Bolívar porque los compas habían logrado, con la acción colectiva, un beneficio común. Era una victoria sin lugar a duda. Las personas comenzaron a festejar, compraron cervezas, sacaron música en las calles, se cantaba, se bailaba, todos tenían en sus corazones alegría y orgullo por resistir un mes en las calles. Honraron la memoria de Yineth Herrera y salvaron a ese árbol que ha sido el fiel testigo de cómo Ciudad Bolívar se ha hecho a pulso.

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