HISTORIAS A PULSO
VOCES DE MEMORIA
La localidad de Ciudad Bolívar, en sus más de 70 años, ha sido víctima de la marginalización y estigmatización por una imagen creada y vendida por el Estado y una sociedad prejuiciosa. Las pocas oportunidades que los gobiernos, tanto locales como nacionales, han ofrecido para solventar la situación social y humanitaria conlleva a que la marginalización haga parte de la cultura bogotana ajena a la localidad.
La problemática nace al descubrir cómo ha habido responsabilidad estatal a la hora de no saber manejar la situación de la localidad, e incluso contribuir al deterioro de la imagen social existente frente a Ciudad Bolívar.
El desarrollo del conflicto armado en Colombia, sumado a la poca solución de los problemas relacionados con el desplazamiento forzado, ha generado un aumento significativo en la población de la localidad y zonas aledañas. Lastimosamente, la situación de necesidad en la que llegan muchos de los migrantes a la localidad, hace que la estética del lugar sea centro de críticas sociales y encasillamientos en estereotipos respecto a sus habitantes. A pesar de eso, a través de la migración y la llegada de tantas perspectivas culturales a la localidad, se ha podido autoconstruir desde sus orígenes con esfuerzo, dedicación y entrega a la comunidad.
Bienvenida Solís
Criada en el seno de una familia campesina, marginada y alejada del acompañamiento estatal, desde muy pequeña se vio forzada a dejar el colegio y le tocó buscar trabajo para poder mantener a su familia.
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Recién llegó a Bogotá, en el año 2012, realizaba trabajos domésticos en casas de familias y lo alternaba con un colegio nocturno para terminar sus estudios escolares. Hubo un gran cambio en su entorno. A pesar de haber estado en Ipiales, Antioquia, sintió en Bogotá no solo un cambio en el gran afán de la ciudad, sino aún más en la frialdad de muchas personas.
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Desde su llegada a Ciudad Bolívar ha sostenido lazos personales muy importantes con los miembros de la comunidad. La gran satisfacción que siente al salir a la calle y que los niños del barrio la reconozcan y la saluden con mucho amor es una de las cosas por las cuáles Bienvenida ama a su localidad.
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Con la fundación de su hermana y su cuñado ha establecido conexiones importantes dentro de la comunidad, lo que la ha llevado a ser una gran portavoz. Sin embargo, señala que existen grandes dificultades para unir ciertos sectores de la localidad en la proyección de un barrio en progreso.
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“La difícil situación social que se vive en el interior de la localidad obliga a las madres a enviar a sus hijos e hijas hacia zonas más centrales de Bogotá y lejos de los peligros que traen ciertos sectores de la localidad”, cuenta. Muchos barrios cercanos a la comunidad han intentado afectar la tranquilidad que suele ser constante y los niños y jóvenes son los grandes perjudicados.
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La gran cultura que se le impregnó en su cuna la ha traído con mucho orgullo a su comunidad en Potosí. Su grupo “Raíces Tumaqueñas” se ha encargado de llevar la alegría y el territorio tumaqueño al corazón de Ciudad Bolívar. A pesar del choque generacional y los gustos que acompañan a los más jóvenes, el contagio hacia la cultura que imparte Bienvenida es inevitable para ellos. Es apasionante escuchar cómo los jóvenes se conectan con la danza y la música de ella.
SERVICIOS
LUIS HERNÁN
PLATA
Viviendo una vida entre el campo, con dos fincas y producciones importantes de agricultura y ganadería, se vio obligado a huir de su hogar por temor a la violenta situación que vivía el departamento (Santander).
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Luis Hernán, junto a su esposa Ana Bertilde, tuvo que dejar atrás sus fincas para vivir una realidad distinta en Ciudad Bolívar. A pesar de que extraña constantemente su lugar de origen, siente en la localidad la tranquilidad suficiente para poder continuar con su vida.
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Después de vender sus dos fincas y estar un tiempo en Viotá intentando retomar sus labores campesinas, tuvo la oportunidad de llegar a Bogotá para vivir una vida completamente diferente. Pasó de conseguir sus alimentos con sus propias manos, como fruto de la cosecha, a tener que comprar sus insumos diarios.
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Tuvo la posibilidad de comprar una casa en La Candelaria; sin embargo, en Ciudad Bolívar se les presentó una mejor oportunidad con una casa que les dio una gran opción económica, ya que arriendan el parqueadero y generan ganancia económica.
CAROLINA
MEDINA
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Llegó a Ciudad Bolívar hace cinco años debido a la crítica situación que vivía en su país. Su cuñada estaba en Potosí, la recibió y acogió en su hogar.
Conoce pocos sitios en su localidad debido al tiempo que lleva en aquel lugar. Sin embargo, resalta el carácter religioso de “El palo del ahorcado” cuando hay procesiones.
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Carolina se ha tenido que adaptar desde su llegada a la comida, específicamente al arroz y la papa salada porque no es muy frecuente comerlo en Venezuela. Además de eso, el dialecto ha sido una de las dificultades en su proceso de adaptación, pues hay palabras desconocidas para ella o hay otras palabras que ya las sabe, pero tienen un significado totalmente distinto en ambos países.
A pesar de que ha escuchado muchas historias sobre Ciudad Bolívar como una localidad peligrosa, en el tiempo que lleva allí no le parece que exista una realidad tan fuerte como la que venden. Potosí, su barrio, es riqueza para ella. Aunque le ofrecieran vivir en otro barrio ella se siente feliz y tranquila allí y no se movería .
Estuvo un tiempo en el barrio Santa fe y desde su experiencia personal es el peor barrio de Bogotá. Relata que allí observó situaciones que ni siquiera en su país de origen habían visto.Desde drogadicción hasta prostitución, todo de una manera desmesurada y mostrando la peor cara de la sociedad.
Por el contrario, Ciudad Bolívar le parece una localidad tranquila y normal, que además le ha permitido soñar con crear una iglesia, a futuro, en su país de origen.
MARY MOSQUERA
Creció en una numerosa familia y rodeada de cientos de recursos naturales. Desde muy pequeña se vio obligada a aprender labores de agricultura, ganadería y minería. La violencia que vivió en el Chocó desde la llegada de los grupos armados a finales de los años 90 hace que ella misma desconfíe de la posibilidad de volver a sus raíces. No siente la confianza de que pueda vivir con su familia tranquilamente en ese lugar. Ella vive en carne propia las cicatrices de un conflicto que para ella no tiene sentido.
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Las amenazas constantes por parte de grupos armados obligaron a Mary y su hermana a huir de su lugar de origen, sufriendo además un choque cultural al tener que dejar atrás un legado tan importante. Los retos desde su llegada a Ciudad Bolívar se encarrilan hacia el choque cultural y el estilo de vida que tenía en un hogar. Sin embargo, es la misma comunidad la que le ha dado el apoyo y la fuerza suficiente para salir adelante ante las dificultades. La persistencia siempre ha sido la gran enseñanza de Ciudad Bolívar. En 2019 llegó a la localidad gracias a una amiga de su madre biológica, quien desde su llegada la acogió e impulsó el desarrollo de su vida, sobre todo desde la parte emocional. Poco a poco y en compañía de su “planchita”, inició su emprendimiento: “Fábrica de Arepas Vita”, hace dos años, y lo ha intentado sacar adelante a pesar de las problemáticas y las dificultades que implican manejar alimentos.
La resiliencia, inculcada desde muy pequeña por su madre, ha hecho de Mary una mujer que no flaquea ante las adversidades y que a pesar de las dificultades siempre está dispuesta a seguirlo intentando. Mary, guiada por su espíritu emprendedor, siempre ha buscado la solución a sus problemas por sus propias manos sin esperar a que algo o alguien externo llegue a solucionarle la vida.
En medio de esa lucha, encontró en Ciudad Bolívar lo que ella misma denomina como “nacer de nuevo”. Este lugar le dio a Mary la esperanza de que todo lo que desee es posible a través de su esfuerzo. La localidad le otorgó la posibilidad de soñar, luchar y confiar, incluso en el amor.
La colaboración de la comunidad y los estrechos lazos que ha podido forjar desde su llegada, han creado en su corazón compasión y solidaridad, algo que siente ella que hace parte incluso de las raíces de su lugar de origen. Los valores que le inculcaron desde su nacimiento le han impulsado a escuchar siempre al otro cuando la necesite, así como apoyar en todo lo que su ser le permita. La música, la alegría y la comida son los grandes aportes culturales que ha traído desde su lugar de nacimiento. A pesar del olvido en el que se encontraba el Chocó, Mary señala que hasta cierto punto no era un departamento violento, pero lastimosamente desde la llegada de grupos armados, ella tuvo que vivir la historia de miles de personas en el país, siendo desplazada y apartada de su familia.
YALILE
QUIÑONES
Sufrió en carne propia los desastres del conflicto armado. Huyendo de la violencia de la zona (Nariño) llegó a Ciudad Bolívar en el año 2016 en busca de una nueva oportunidad de vida en compañía de su esposo.
Se caracteriza por ser una persona de comunidad, entregada y dedicada a las labores de su barrio. Siempre está dispuesta a darle una mano a la comunidad y apoya e integra a las víctimas de los diferentes conflictos del país dentro de la localidad. Ha sido la voz que lleva las necesidades de la comunidad ante la institucionalidad, lo que la convierte en una gran lideresa de Ciudad Bolívar.
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A través de toda su labor social en el territorio, Yalile ha logrado sanar las heridas internas que le dejó el pasado violento al que se enfrentó. Igualmente, su conocimiento en medicina ancestral, inculcado por su familia de cantaoras, junto con la música de tambores y marimbas, se han convertido en una gran cura espiritual y han impulsado el proceso de sanación de su pasado.
Gracias a esa cultura traída de sus ancestros ha desarrollado diferentes formas de sanación. Técnicas como el “arropamiento”, en la que en compañía de otras mujeres crea telares para arropar a las víctimas del conflicto, o bebidas naturales que nacen de plantas medicinales, no sólo ayudan a fortalecer su conexión espiritual, sino también ayudan a las víctimas que están en un proceso de sanación y encuentro con ellas mismas.
La localidad de Ciudad Bolívar, en sus más de 70 años, ha sido víctima de la marginalización y estigmatización por una imagen creada y vendida por el Estado y una sociedad prejuiciosa. Las pocas oportunidades que los gobiernos, tanto locales como nacionales, han ofrecido para solventar la situación social y humanitaria conlleva a que la marginalización haga parte de la cultura bogotana ajena a la localidad.
La problemática nace al descubrir cómo ha habido responsabilidad estatal a la hora de no saber manejar la situación de la localidad, e incluso contribuir al deterioro de la imagen social existente frente a Ciudad Bolívar.
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El desarrollo del conflicto armado en Colombia, sumado a la poca solución de los problemas relacionados con el desplazamiento forzado, ha generado un aumento significativo en la población de la localidad y zonas aledañas. Lastimosamente, la situación de necesidad en la que llegan muchos de los migrantes a la localidad, hace que la estética del lugar sea centro de críticas sociales y encasillamientos en estereotipos respecto a sus habitantes. A pesar de eso, a través de la migración y la llegada de tantas perspectivas culturales a la localidad, se ha podido autoconstruir desde sus orígenes con esfuerzo, dedicación y entrega a la comunidad.